Situacion Ambiental Argentina - Parte II-

viernes, 18 de julio de 2008

SITUACIÓN AMBIENTAL EN LAS ECORREGIONES PUNA Y ALTOS ANDES
Las alturas que alcanza el territorio argentino en su borde occidental ejercen un efecto fundamental sobre las características del ambiente. Desde la frontera con Bolivia en el extremo noroeste hasta el norte de la provincia de Neuquén se extienden, entremezclados, dos paisajes caracterizados por su altitud: la Puna y los Altos Andes. La diferencia fundamental entre ambos ambientes es que el primero tiene un relieve básicamente plano, mientras que el segundo se caracteriza por sus grandes pendientes.
LA PUNA

Es una planicie de alrededor de 12.500.00 ha, ubicada por encima de los 3.000 m de altura en el extremo noroeste del país; abarca parte de las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y San Juan.
Morfológicamente la Puna se extiende más allá de las fronteras políticas, hacia el sur de Bolivia y el noreste de Chile. Por el borde oriental acceden a la Puna una serie de valles y quebradas que, además de servir como canales de comunicación biológica, han sido históricamente importantes vías de comunicación.
La Puna tiene un relieve relativamente chato, surcado ocasionalmente por serranías que sirven como elementos de delimitación de cuencas cerradas, características de este ambiente. En realidad, la mayor parte de la Puna (salvo en su sector norte) constituye una gran cuenca arreica, fragmentada en un sistema de cuencas menores no relacionadas entre sí. En el fondo de estas cuencas se desarrollan grandes lagunas (Guayatayoc, Vilama), que tienen límites variables. Cuando las lagunas tienden a desecarse, dan lugar a extensos salares (Olaroz, Hombre Muerto), que resultan de la acumulación de elementos químicos lavados en los faldeos por las lluvias y arrastrados hacia el fondo de las cuencas.corregiones Puna y Altos AndesEn líneas generales, las precipitaciones, siempre escasas, descienden de noreste a sudoeste. Mientras que en La Quiaca se pueden registrar alrededor de 350 mm de precipitación anual, hacia el sudeste éstas van disminuyendo y ha habido años sin registro alguno de precipitación en los salares del norte de Catamarca. Desde una perspectiva relativa, se podría diferenciar una puna más húmeda en el noreste y una más seca en el sur.
A pesar de su ubicación subtropical, el control que ejerce la altura hace que las temperaturas sean relativamente bajas, con un promedio de 10ºC. Las mínimas pueden llegar en el invierno a los -15ºC. Pero la gran sequedad del ambiente hace que la amplitud térmica diaria sea muy alta.
La baja temperatura y las escasas precipitaciones han dado como resultado una vegetación esteparia, formada fundamentalmente por arbustos bajos como la tola (Paraestrephia sp.), la añagua (Adesmia horridiscula) y la yareta (Azorella yareta). Los arbustos, por lo general, no cubren totalmente el suelo. Las gramíneas aparecen solamente en forma ocasional en las llamadas “vegas”, que son depresiones locales donde se acumula el agua de vertiente y dan lugar a un microambiente diferenciado; también aparecen asociaciones de esporal (Pennisetum chilensis) en algunas laderas resguardadas. Los árboles de mayor porte son muy escasos, como la queñoa (Polylepis tomentella), que aparece formando bosquecillos en algunos lugares reparados, y el churqui (Prosopis ferox), que sólo aparece en los bordes orientales más bajos.
La fauna está formada por animales con gran adaptación al medio, gracias a su desarrollo de pelambres muy aislantes, su gran capacidad de desplazamiento, sus pocas necesidades de bebida y sus pocas limitaciones alimenticias. De todas maneras, la riqueza faunística es limitada; se pueden mencionar las vicuñas (Lama vicugna), los guanacos (Lama guanicoe), el suri andino (Pterocnemia pennatta garleppi), la chinchilla (Chinchilla chinchilla), el gato andino (Felis jacobita), aves como el flamenco (Phoenicopterus andinus y otras dos especies) y patos de varias especies. Sin embargo, y a pesar de la baja biodiversidad, en algunos lugares hay gran concentración de ejemplares, como sucede en los ambientes más húmedos.

El poblamiento
A pesar de que las condiciones naturales presentan fuertes limitaciones, la Puna ha sido objeto de un antiguo poblamiento de culturas de cazadores-recolectores primero y, luego, de culturas ganaderas.
En algunos lugares más húmedos se han registrado, incluso, andenes de riego, que muestran una actividad agrícola incipiente, tal vez fruto de condiciones climáticas menos rigurosas. La actividad ganadera se basaba en el aprovechamiento de la llama.Más modernamente la Puna fue considerada como un espacio marginal, donde se desarrollaron algunas actividades mineras puntuales.La instalación humana continuó siendo básicamente dispersa, y solamente con la llegada del ferrocarril y el trazado de las fronteras aparecieron algunos centros urbanos de tamaño mediano, como Abra Pampa y La Quiaca, cuya existencia y desarrollo no están ligados al medio local, sino a su posición estratégica como nudo de transportes.
En 2001, toda la población de la Puna apenas sobrepasaba las 46.000 personas.

Los impactos sobre el ambiente natural
Si bien la Puna no ha sufrido el impacto de grandes concentraciones de población o la implantación de sistemas productivos intensivos, la fragilidad de su ambiente ha hecho que la poca actividad desarrollada haya sido suficiente como para producir procesos de degradación importantes, aunque es todavía difícil decir de cuánta importancia. Un efecto importante lo tuvo la introducción del ganado ovino. En toda la Puna pastan alrededor de 520.000 animales. Pero las características de las pasturas, naturalmente más ricas en los sectores más húmedos del norte, hacen que el rebaño se concentre en esta última zona.
La combinación de la ganadería de ovinos con llamas podría ser potencialmente muy impactante sobre la vegetación natural, de baja capacidad de producción de biomasa y lenta recuperación.
Sin embargo, es posible que procesos muy fuertes de degradación sean de alguna manera atenuados por la gran movilidad del manejo del ganado, que incluye la trashumancia estacional entre áreas con pasturas de diferente capacidad y también la movilidad diaria.
Otro proceso que ha generado el empobrecimiento de la vegetación es la recolección de leña por parte de los pobladores locales. Ésta es una actividad muy difícil de neutralizar, sobre todo si se tiene en cuenta que el nivel económico de los pobladores no les permite acceder a otro tipo de insumos energéticos.
Donde el impacto ha sido más fuerte fue sobre la fauna, cazada desde el siglo XIX para abastecer el mercado de pieles y fibras finas. Los animales más perseguidos fueron la chinchilla, el suri y la vicuña. La primera fue llevada casi al extremo de su extinción, hasta el punto de que el abastecimiento del mercado se desplazó hacia las chinchillas provenientes de criaderos, no sin antes lograr que sus poblaciones prácticamente desaparecieran.
El suri andino también fue muy perseguido para la obtención de plumas y hoy es una especie muy difícil de ver, aunque en tiempos coloniales parece haber sido abundante.
La vicuña, apreciada por la inmejorable calidad de su fibra, pareció correr un destino similar, hasta que las autoridades nacionales establecieron una reglamentación muy estricta respecto de su caza y comercialización, lo que produjo una notable recuperación de la especie, que hoy en día ha vuelto a poblar la Puna aun en lugares cercanos a los centros urbanos.
Además de estos impactos territorialmente amplios, también el tendido de obras de infraestructura ha generado impactos negativos en el ambiente, pero de carácter más localizado. Hay que tener en cuenta que en la Puna la construcción de caminos, vías férreas y ductos genera una modificación que tarda mucho tiempo en recuperarse, como en el caso de los gasoductos a Chile construidos a fines de los 90 y la Ruta Nacional 52, que llega hasta el Paso de Jama.

LOS ALTOS ANDES

Son, en general, todos los espacios montañosos por encima de los 3.500 m de altura, aunque hacia el sur este límite desciende hasta los 2.500 m y aun menos. Dado que el límite es altitudinal, este ambiente conforma espacios alargados y a veces aislados entre sí, y forma una especie de archipiélago. Hacia abajo, los Altos Andes se confunden con la Puna y, en otros lugares, con la Prepuna, los pastizales yungueños y el Monte, en una franja ecotonal de diferente ancho. El relieve es montañoso, quebrado, con valles profundos y usualmente marcados por la actividad glacial, con abundantes morrenas.
La altura es el factor ambiental más importante, pues controla las temperaturas y las precipitaciones.
Las primeras nunca son elevadas. Del mismo modo, las escasas precipitaciones son en forma de nieve durante buena parte del año. Los Altos Andes son un receptáculo importante de agua en forma sólida, dado que allí se extiende un buen número de glaciares y campos de nieves eternas, aunque éstos están en permanente retroceso por los efectos del proceso del calentamiento global. Estas condiciones básicas de baja temperatura y precipitación no permiten la formación de una cobertura vegetal densa ni la formación de suelos completos. Estos últimos suelen ser esqueléticos, salvo en las ocasionales hondonadas donde se acumula el agua de deshielo, lo que da lugar a una vegetación pobre de gramíneas. La vegetación básicamente esta formada por arbustos bajos, leñosos y en forma de colchón, muy adaptados a las condiciones locales con una copa densa, hojas pequeñas y un gran desarrollo radicular, como el cuerno de una cabra. Las gramíneas más comunes son el iro (Festuca ortophylia), el coirón (Stipa chrysophylla) y más al sur del huecú (Poa holciformis).La fauna es pobre y con baja densidad, dados los pocos recursos naturales. Sobresalen el cóndor (Vultur gryphus), el guanaco, la chinchilla, el zorro (Dusicyon culpareus sp.) y el puma (Felis concolor).
Dado su aislamiento y la rigurosidad de clima, es un ambiente relativamente poco alterado. La instalación humana sólo ha sido continua en el último siglo, circunstancia relacionada con las obras de infraestructura y el mantenimiento de espacios dedicados al ocio. También fue un campo de cacería, sobre todo de guanaco.
LA CONSERVACION EN LA PUNA Y LOS ALTOS ANDES

Si se suman las superficies de los dos ambientes, se contabilizarían alrededor de 24.000.000 de ha, por lo que se podría decir que, dado el nivel de conservación existente en el país, el 20% que teóricamente cubren las áreas protegidas (AP) en estos ambientes representa un nivel adecuado de protección. Sin embargo, la realidad es otra: sólo se puede decir que un cuarto de las casi 5.000.000 de ha que se encuentran como “protegidas” en realidad lo están. La mayor parte de las extensas reservas y parques provinciales no cuentan con la infraestructura adecuada, no tienen un plan de manejo realista y, a veces, ni siquiera tienen guardaparques.
Los problemas que se pueden avizorar para la conservación en la Puna y los Altos Andes son varios. Los primeros ya se han nombrado, y son la caza furtiva y la extracción de leña, ambos fácilmente controlables o neutralizables por medio de políticas de promoción social y el fomento del desarrollo económico local. Menos predecibles, y más impactantes, pueden ser los desarrollos mineros. Este tipo de explotaciones puede generar múltiples impactos: el uso masivo y la contaminación de los cursos de agua, la acumulación de residuos mineros, la modificación del relieve, el fuerte impacto sobre la flora y la fauna por la construcción de vías de comunicación y un importante tránsito vehicular.
Un problema no menor es el gran crecimiento que está teniendo la actividad turística, tanto en la forma del tránsito de grandes contingentes de visitantes como por la construcción de pistas de esquí en algunos sitios.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen ala información!

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